jueves, 26 de noviembre de 2009

PROMOCIÓN 5-A 2009 -PFC -CAJATAMBO

Foto: Prof. Carlos Enrique Fuentes Rivera
PROMOCIÓN 2009 5-A COLEGIO PAULINO FUENTES CASTRO.
Saludamos a todos los integrantes de la Promoción 2009 5-A, del Colegio Paulino Fuentes Castro de la Prov. de Cajatambo, quienes están acompañados por el Prof. Carlos Enrique Fuentes Rivera a quien saludamos también por su onomástico.
A los integrantes de la promoción les deseamos éxitos en sus actividades y sobre todo en sus proyectos de futuro.
¡Muchachos y muchachas salgamos a seguir desarrollarnos y "conquistar" al Perú y al mundo!, tenemos todas las condiciones para ello y recuerden que cada uno se pone sus propios límites.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

MI GENERACIÓN Y LA VIOLENCIA...

Foto: "El cañón" de la ruta a Cajatambo
(Foto Marisol Pinedo)
Por: José Victorio R.

Mi generación despertó justo cuando en los pueblos más remotos de la provincia de Cajatambo se escuchaban doblar fúnebremente las campanas anunciando con tristeza la muerte y la desaparición de nuestros hermanos del pueblo de Andajes, todos ellos autoridades.

Las pupilas de mi generación se abrieron ante una escena de horror, donde el cuerpo sin vida de un ser querido sobre un charco de sangre yacía en la fría acequia en las Pampas de Tocanca.
Los comuneros de la comunidad de Antay Indio, junto a sus familiares, lanzaban desgarradores gritos de dolor, con la piel de sus rostros surcados por las lágrimas, las sollozantes madres se preguntaban sin entender porqué.

Y así, sin tener culpa alguna, mi pobre generación creció como una tormentosa isla cercada por la muerte, escuchando quejas y lamentos, y viendo correr ríos de lágrimas. Ésa es mi generación aquella que nació en la segunda mitad de la década del 80. Una generación que a fuerza de violencia fue obligada a convivir con ella. Un alto porcentaje de gente joven pasó a engrosar, no sólo las filas de las llamadas “barras bravas”, sino también de los indeseables vándalos y pandillas callejeras, mientras que otros, sencillamente, se olvidaron de valorar la vida al haber sido invadidos por la inseguridad, la confusión y caos que por muchos años nos envenenó. Claro está que a este ritual violento de nuestro medio tuvieron que adecuarse la mayoría a los jóvenes, a quienes la circunstancia propia de nuestro tiempo les negó el derecho a la paz, a la calma, a una esperanza y a una meta. De modo que sólo muy pocos, permanecimos incólumes en nuestros principios, aferrados a nuestras metas e ideas, y con la esperanza de alcanzar algún día la justicia, el amor y la paz entre todos los hermanos que conformamos la familia cajatambina.

Sin embargo, aun está en nuestra memoria no solamente el llanto triste de las viudas de nuestros policías y la orfandad de huérfanos inocentes, sino también la sangre de los que se fueron y las lagrimas de los que quedan, tanto de nuestros hermanos que viajaban en el fatídico ómnibus cuando zigzagueaba el valle de Tumac y el Alcalde de la provincia de Cajatambo, y es cuando nos remontamos a nuestra desagradable juventud, recordando las oscuras noches de nuestras navidades y años nuevos, momentos funestos que marcaron el destino de mi generación de la que me cuesta tanto aceptar que soy parte de ella, porque es la juventud herida en su alma, despertada por una explosión, bombardeada por la perversa violencia y casi condenada a vivir sin nostalgia sin paraíso que recordar, en un mundo invadido por la insensibilidad.
Esta indeseable cultura de la violencia y de la muerte, creó un espíritu de malicia y desconfianza. Porque la inseguridad es casi un mal irreversible para la mayoría de mi generación que, a duras penas, alcanza a darse cuenta de que vive circunstancialmente, pero que sospecha que a la vuelta de esquina está la muerte,

Por tanto pareciera que somos unos adultos sin ideas claras, sin caminos que conduzcan a metas y objetivos, sin anhelados sueños hacia una idea, y lo peor de todo, sin discurso y carente de sabios paradigmas.

Creo por eso la apatía hace estragos de la inseguridad, el silencio es sospechoso porque es amigo de la muerte, y no hay mejor camino que el que conduce a alguna reunión donde reina la algazara, y allí está la diversión más cómoda, la alegría fugaz, la felicidad efímera y el minúsculo paraíso de mi generación. Por esta misma razón, las otras generaciones, no deben sentir odio ni desdén, porque la culpa no fue nuestra. Y, si antes la vehemente juventud estudiosa hacía gala de su lucidez y calidad intelectual en los debates académicos y políticos.

Pero ahora debemos ser participes en la construcción de una sociedad distinta, para que esta dolorosa experiencia jamás se repita.