viernes, 22 de mayo de 2009

Nuestra historia de hijos y nuestra historia de padres

Carlos Carbajal Romero
Universidad Peruana Los Andes
Facultad de Ciencias de la Salud
Especialidad Psicología


Cuando hemos sido hijos cada uno de nosotros ha tenido una historia personal. Una historia que de alguna manera ha marcado nuestra forma de tener una concepción sobre aspectos de la vida. Como por ejemplo, dar, recibir y reclamar afecto. Este sentimiento, nos ubica favorablemente para iniciar el recorrido por la vida. Reconocer lo bueno y favorable para nuestro crecimiento. Discernir los acontecimientos del entorno y aprovechar lo saludable para nuestras vidas.

La familia, los padres, de alguna manera nos han moldeado para la vida. Su presencia o su ausencia puede explicar algún comportamiento nuestro en las esferas de nuestras vidas. Pero lo más peligroso que a nuestra edad podamos desarrollar una venganza de esa historia contra nuestros hijos. En el caso de formar a los hijos.

Cada individuo nace con salud. Es decir, con salud mental, física, social y espiritual. Hay condicionamientos, sí, aunque algunos equivocadamente se justifican por su pasado, “así me formaron mis padres”, que pueden desembalsarse o escapar a nuestra voluntad o a nuestras emociones o estados mentales y se convierten en conductas agresoras. Este tipo de comportamientos, sí son perjudiciales para los hijos.

Este tipo de conductas va a generar una crisis a nivel en las esferas de salud que hemos indicado líneas arriba. Sus capacidades resolutivas serán limitadas.

Veamos. Un escenario de violencia, verbal y físico, produce daño mental y en su conducta, sus capacidades frente a escenarios de relaciones con los entornos sociales, con sus posibles jefes, se traducirán en un nivel bajo de asertividad. Nerviosismo, timidez, nublez intelectual, incapacidad para resolver problemas. En algunos casos, aún siendo adultos, según su formación, tendrán problemas para desarrollarse en planos de las relaciones sociales. Si bien es cierto podrán resolver el plano profesional, pero su hábitat no será una constante y se dará cuenta de ello y preferirá los planos bajos; no se sentirá cómodo en escenarios profesionales de un nivel mayor.

Si el escenario viene de la imagen maternal, es posible que exista un desprecio por la vida, dado que la madre lo tuvo en su seno materno, y es la primera en desarrollar agresión. Si es por la figura paternal, serán niños con predisposición a aceptar la violencia, en sus dos formas, como parte de la vida, y por lo tanto la cadena de violencia será casi genética de generación en generación. Pero lo que es grave, en cuanto al crecimiento personal, siendo una persona valiosa, podrá aceptar como pareja a una persona que utilice la violencia física y verbal contra ella.

En el plano profesional, cómo se desarrollaría estas debilidades. Veamos si es la figura de la madre la agresora, en su desarrollo profesional tendrá una conducta de rechazo con una jefa mujer. Conducta limitante de manera permanente. Si es la figura paterna la agresora, se desarrollará un cuadro de rebeldía. Para todo se encontrará justificación de la mala relación con los superiores. Siempre se considerará una víctima y, no es otra cosa que reclamar aquello que no se tuvo en la etapa cuando nos tocó ser hijos. Es decir desencadenará cuadros o escenarios de confrontación dependiendo el estilo agresor utilizado.

Hay que tener en cuenta, entonces que nuestros hijos, no son un tomar revancha emocional por algo que debe ser superado por una exposición de sus necesidades emocionales y afectivas, reclamo por el afecto no tenido a tiempo, en el plano espiritual será como el perdón. Será poner la otra mejilla y dar el paso, al final y al cabo es un acto que tiene que ver con nuestra felicidad y, donde salen ganando nuestros hijos

Debemos tener en cuenta que nunca es tarde para recuperarnos. Nuestra historia es personal y nos toca trabajarla. Nuestros hijos deben llevarse lo mejor de nosotros y no nuestra historia. Los hijos, quizá, desde el plano de la salud espiritual, son posibilidades que nos da Dios para ver su lado paternal y bendición hacia nosotros. Nuestros hijos son nuestra posibilidad de volver a la vida, de resanar nuestras heridas.

Si no podemos con nuestra historia, hay que hacer el esfuerzo posible para ir a un profesional especializado. Si estamos reproduciendo nuestra historia, debemos ir con nuestros hijos a un psicólogo.

Como padres nos cargamos demasiado. A veces los gastos superan los ingresos. A veces, de manera compulsiva gastamos más de lo que ingresa. Ello ya es un rasgo que sumado a nuestra historia personal se convierte en una predisposición a la agresión. Es seguro de ello, si no controlamos nuestra emoción, sino no tenemos tolerancia a la frustración.

Padres, los hijos tiene que ser hijos. Los niños no tienen que ser genios, no debemos impulsarles a ser los primeros. Primero deben ser niños, vivir, pensar como corresponda a su edad. Si los hacemos primeros de manera compulsiva, es posible que el niño pierda su etapa, por ejemplo que se sienta insatisfecho a muy temprana edad, y no sepa manejar el éxito. Sólo podrán, de ser así, ser unos seres aislados. Desencadenarán irá rabia, envidia frente al éxito de otro que lo logra de manera sencilla.

Es por ello que reflexionemos, qué deseamos nosotros como padres, qué deseamos para nuestros hijos. Si tenemos una respuesta, entonces es hora de responder a ese plan de vida. Recuerden la vida no es apariencia, es una forma de vida de tal manera que nos produce felicidad.

Por lo tanto se hace necesario que nos reconciliemos con nuestra historia, que la aceptemos, en tiempo pasado, pero nos toca reconciliarnos con aquello que nos causó daño o nos limitó. Pero nos corresponde superar esas limitaciones, pues tenemos la gran posibilidad de tomar la medicina llamada hijos. La vocación de padres no está en concebirlos sino considerarlos como parte de nuestra felicidad.

Un rasgo que es frecuente, para escapar de aquello que nos persigue, son los refugios. Violencia, como defendernos aún de esa historia. Complacencia, como cambiar de estado confesional, el negar esa historia y asumir una culpabilidad llenando con actos que tienen que ver con una solicitud de perdón de manera permanente, conducta limitante, pues se deja lo virtuoso para pasar a desarrollar en lo que resta de nuestras vidas el soy culpable. El cambio confesional no puertas de escape pero no es enfrentar el problema de fondo. Dios es padre, y sabe que somos débiles, por ello es que es padre siempre. El nos propone el perdón, sino nos los solicitan debemos tener el gesto de perdonar.

No repitamos nuestra historia en la historia de nuestros hijos. Estamos llamados a ser felices. A unos nos tocó el camino más duro, pero hemos realizado un camino que nos lleva a la felicidad. Todavía tenemos capacidades superiores sobre la que hemos cimentado nuestra vida. Miremos hacia el horizonte, somos vida que transmite vida.

1 comentario:

  1. "Somos vida que transmite vida", es la última frase de Carlos Carbajal en este artículo que resumiría en pocas palabras el mensaje, pues escribe sobre los padres e hijos en el desarrollo de la vida y nos recuerda que Dios es siempre padre. El artículo tiene varias aristas en su análisis y yo simplemente quería comentar un padre siempre busca a los mejores maestros para sus hijos pero no desea que su hijo sea maestro, ¿cómo explicar esto?.

    ResponderEliminar