martes, 31 de marzo de 2009

Un sueño llamado Perú

Cuando llegué a la casa (parroquia) que cambió mi vida, antes no tenía pensado ni la más remota idea de que iba, en algún momento, a caminar por un pueblo e iba a encontrarme con el otro rostro del Perú.

No fui más que un adolescente, de aquella tarde de diciembre, que seguramente buscaba dar su tiempo, y las ganas que en esos momentos que me embarga. Quizá era la búsqueda de mi identidad, producto de los serios cambios que a esa edad se producen en todo ser humano.

La verdad, como lo he contado en muchas ocasiones, ante alumnos, docentes y padres de familia, no encuentro mucha explicación para aquel momento que transformó mi vida. Vida que me llevó a renuncias personales de todo tipo.

En la adolescencia, uno de manera inconciente está en búsqueda, y cuando encuentra le es fiel a esa nueva dimensión de la vida, y realiza su opción personal, y lucha por hacerla humana, en los diversos momentos de su vida. Y con esa voluntad, con esa fuerza, alimentada por una serie de eventos de la vida eclesial, de encuentro con Dios, en el ámbito personal y comunitario, de crisis personal, de profundas caídas, llega el momento de optar a conciencia.

Experimentar la vida de Dios en nuestra sangre, es optar por la vida en todas sus manifestaciones. Es ir a contra corriente. Es iniciar una lucha por ser cada vez más humano. Es llenarse de riesgo. Sufrir crisis de índole personal, social, familiar. Pero allí la fortaleza de Dios. La experiencia de Dios es definitiva. Única. Vivir libre, a plenitud, entregado, siempre.

Desde mi adolescencia pude optar por una carrera felíz, sin complicaciones. Tener una vida tranquila. Pero allí la experiencia de la fe, marca nuestras vidas para siempre.

Por ello cuando llegó la hora de optar por hacer una vida tranquila o complicármela entregando lo que tenía en esos momentos, no fue fácil. Pero, la vida espiritual de la comunidad, de sentir a Dios hablando en lo personal pero solicitándome optar por la vida, fue un momento de dolor y de felicidad. Algunas personas, amigas, luego me explicaron que debió ser como el parto, estar entre la vida y la muerte.

Por ello las 10 horas de viaje a Cajatambo, fue una ruptura total. Era dejar mi juventud para entregarla por una causa eclesial y social. No fui con la intención de llegar a una iglesia tradicional. Sino a promover la vida, a tener respuesta para la vida. Cuando llegué a Cajatambo, me sentí sólo. Pero lo primero que intenté es estar involucrado de manera inmediata con lo que tenía que hacer. Nunca olvidaré a la gente que me atendió desde las primeras horas. Cómo olvidar la semana santa, las festividades, de las más extrañas, las 3 navidades lejos de mi familia.

Nunca dejé de ser felíz en Cajatambo. Nunca dejé de ser creyente. En anunciar que hay cambios que hacer. Que el Perú no puede tener dos caras. Mi juventud como todo proceso de cambios, tuvo crisis.

El estar caminando por Cajatambo. Ir un día a Utcas, en otro momento a Cajamarquilla, Chucchi, Uramasa o Huayllapa, era fijar siempre el anuncio de la vida.

Siempre estaré agradecido a mi parroquia Virgen de Fátima, a mi comunidad de la JUVENTUD ESTUDIANTIL CATOLICA (JEC), a mis asesores P. Juan Riera, P. Andrés, P. Jesús, P. Pepe. Y a toda mi comunidad que muchas veces, aún en la secundaria corríamos a los ensayos de teatro, para luego dirigirnos a las cooperativas del valle del campesinado de Huaura, para hacer nuestras presentaciones de compromiso social con el campesinado. Para levantar la mano en señal de victoria. Ver los rostros de campesinos, era ver a Jesús entre ellos. Entonar cánticos de pregón de la nueva vida que vendrá.

Cómo olvidar, en cada momento de mi caminar por las laderas de los cerros de Cajatambo, los encuentros nacionales de la comunidad de la JEC. Cómo olvidar el encuentro con un Dios que estaba entre los pobres. Cómo no recordar al P. Vicente, muerto de manera extraña, cómo olvidar su compromiso. Cómo no dejar de ser interpelados por la espiritualidad de Msr. Oscar Romero, asesinado en el Salvador, por la represión.

Por ello que al aceptar ser parte del proyecto de la promoción, ésta tenía que resumir lo que los chicos y chicas deseaban. Por ello mi eterno agradecimiento. Por ello hoy a los 25 años de aniversario, sólo desearía recordar algunas palabras.

Asumir el reto de la vida, ser personas, tener rostros humanos, antes que ser grandes y no lograr diferenciarse de las cosas que oprimen al semejante. Deseaba, chicos y chicas, que sintieran la vida, que bebieran de ella e hicieran historia. Por ello cada paso lo deseaba de manera intensa.

Cada uno de sus rostros adolescentes los tenga con la aproximación de vuestros compañeros y compañeras en estos años de reencuentro. Cada palabra en el recuerdo de hoy es volver a sentir que la historia de ese compromiso hoy más latente.

Con uds. celebro una opción muy personal, que dí el paso de mi vida, que pude romper las ataduras del mundo creyendo en un Dios vivo, que marca la historia, que reclama aún por los excluídos. Que no podemos ser cristianos si aún hay diferencias entre el hombre. Ser católico es muy difícil. Ser católico no es refugio, es entrega social de nuestras vidas. Es celebrar y compartir cada momento de la historia de hoy.

Viví estos 25 años con la intensidad de la vida. Celebren lo nuevo. Uds. decidieron hace 25 años ser buena noticia para su pueblo. Séanlo siempre. Busquen y amen la vida entregando equidad.

Carlos

1 comentario:

  1. Saludos la Promoción Manuel Scorza 1984 del Colegio Paulino Fuentes Castro de Cajatambo, a través de cuya página conocemos un relato importante de "Carlos" que vendría a ser el asesor de la menciona promoción llamado Carlos Carbajal Romero, a quienes les decimos felices 25 años.

    ResponderEliminar